La 29ª Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, celebrada en Cuenca, Ecuador, concluyó con una participación mínima, reducida a solo dos mandatarios: el anfitrión, Daniel Noboa, y el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa. De los 22 gobernantes esperados, la mayoría canceló su asistencia, marcando la edición con la menor concurrencia desde el inicio de estas cumbres en 1991.
La ausencia de figuras clave se atribuye a varios factores, incluyendo la grave inseguridad en Ecuador, la crisis energética que ha dejado cortes eléctricos de hasta 12 horas diarias y tensiones diplomáticas recientes. Además, un comunicado firmado por ex presidentes conservadores criticó la suspensión de la vicepresidenta ecuatoriana Verónica Abad, llamando a la Organización de Estados Americanos (OEA) a monitorear la situación política del país.
Movilizaciones y descontento social
Mientras la cumbre oficial avanzaba, en las calles de Cuenca se llevó a cabo una "Contracumbre", encabezada por 70 organizaciones sociales. Los manifestantes, al grito de “¡Fuera Cumbre!”, protestaron contra las políticas mineras y sociales de Noboa, exigiendo mayor atención a las comunidades indígenas y una gestión más inclusiva.
Balance y perspectivas
La canciller ecuatoriana Gabriela Sommerfeld aseguró que la cumbre reafirmó los compromisos de la comunidad iberoamericana para construir un futuro más justo, pero los analistas coinciden en que la baja asistencia refleja una pérdida de relevancia de este foro.
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